
Los movimientos sociales recientes, principalmente impulsados por los estudiantes universitarios, pero compartidos por gran parte de la sociedad chilena, muestran claramente una corrosión sistemática de la clase política y un agotamiento de los "rebeldes adaptativos" con respecto al sistema político y económico predominante.
Las promesas de erradicación de la pobreza, de una mejor distribución del ingreso, de más y mejores oportunidades para alcanzar el tan anhelado bienestar para todos los ciudadanos parecen agotarse como estrategia para capturar los votos de las/los vecinos. La clase político imperante reacciona con ignominia frente a éstos nuevos ciudadanos que exigen la definición participativa de un renovado ordenamiento político, jurídico, económico.
Ya no convence el discurso barato del "servidor público" o "yo quiero trabajar por ustedes". En esta oportunidad, los candidatos tendrán que meter la mano hasta el fondo del bolsillo, o conseguir los apoyos económicos necesarios, para movilizar "voluntariamente" a las/los votantes hacia las urnas. Aparecerá con más fuerza que nunca, si es que ya no, desde uno y otro lado, el "acarreo y el clientelismo político" como prácticas para conseguir los tan deseados votos. Ya no bastarán las ideas, las palomas, gigantografía o los puerta a puerta para motivar a la masa electora hacia los centros de votación. Como nunca antes, la "plata" definirá en gran medida la llegada al sillón municipal desde uno u otro lado.
Muchos autores y analistas sostienen que este "experimento democrático" del voto voluntario tenderá a elitizar la elección y a perpetuar el acarreo y clientelismo político como medios para arribar al municipio. Votarán los más informados e interesados en que alguno de los candidatos sea el elegido. Esta práctica, que es tradicional en América Latina, en donde está inserto Chile, se ha venido implementado, en menor o mayor grado, en los diferentes procesos eleccionarios desde el 90 en adelante, profundizándose a partir del modelo económico reproductor de la pobreza y de un estado subsidiario y proselitista.
La gran apuesta de la clase política, con la inscripción automática y el voto voluntario, es la incorporación de una masa importante de la población, en especial jóvenes, a éstos procesos de elección de representantes, sin embargo, los más probable es que termine ocurriendo justo lo contrario y que sean los más "Termocéfalos" quienes definan la elección.
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