lunes, 29 de septiembre de 2008

CAMBIO CON INNOVACION

La experiencia señala que muy pocos salen de la inercia de lo conocido para adentrarse en la incertidumbre de lo desconocido, y claro, si ante tanta pasividad, aquel que ose traspasar esta línea está prácticamente condenado al juicio público, a ser tildado de loco, irreverente y hasta tonto.

Demás está señalar las consecuencias emocionales, físicas y familiares que puede conllevar una actitud de experimentar lo nuevo ya que por ser nuevo implica un mayor compromiso y dedicación para alcanzar un dominio y transformarse verdaderamente en un cambio.

Este cambio al que se hace alusión, no puede ni debe ser per se, debe imbuir un profundo remesón, un cataclismo a las bases de la rutina, de lo habitual y cotidiano. Debe igualmente contener una carga programática, un fundamento y un modus operandi, en síntesis, debe ser con, para y desde la innovación.

La inamovilidad que hoy nos conduce puede llevarnos eternamente al subdesarrollo, a la mediocridad, por ello, la necesidad de experimentar el cambio y la innovación para avanzar constituye un requisito sine qua non para alcanzar un pleno desarrollo en todos los campos de la vida. Pero cuidado que atreverse al cambio y la innovación tiene una serie de costos que es preciso conocer.

El ser humano es por naturaleza, por configuración genética un ser que necesita de los demás para “ser” y hacer. Una persona puede estar muy dispuesta jugársela por el cambio y la innovación, pero que le quede claro que se necesita más de un engranaje para mover una máquina.

Desde el microsistema del cual somos parte debemos empujar esta máquina, estimulando para que otros engranajes también funcionen y operen en el sentido correcto. Existen en este complejo circuito, en esta máquina, algunos puntos o elementos claves que controlan y gobiernan determinados engranajes sin los cuales el cambio y la innovación tardarán mucho tiempo en producirse. Estos controladores son en la práctica los directivos, los gerentes, los mandos medios, los políticos y todos aquellos que presionan los botones para que las cosas sucedan.

Aún así, configurado como un engranaje en una compleja red de conexiones y relaciones, es posible contribuir y generar procesos de cambio e innovación, pero indudablemente que los efectos de este impulso serán mucho menores que aquellos emprendidos por quienes verdaderamente tienen la palanca de mando.

A partir de esta lógica se podría deducir que el cambio sólo es posible desde arriba, sin embargo, si los lectores de este documento conocer el efecto dominó, la conclusión cambia.

Este año Google está de cumpleaños, celebra diez años de existencia. Entrando a la adolescencia ya es un gigante que cambió la fisonomía del acceso a la información en este planeta. En tan sólo una década se transformó en el buscador más conocido de la red. El cambio y la innovación desde los microsistemas es posible, bastan con algunos “locos” que se atrevan.

Lo aquí expuesto está intrínsecamente ligado a la educación, a la formación, no como tradicionalmente entendemos estos conceptos, sino mas bien, la educación y la formación con cambio e innovación.

Las condiciones actuales distan mucho de lo que conocieron nuestros abuelos e inclusive nuestros padres. El contexto en que nos desenvolvemos, incluida la globalización en todos sus frentes, la economía, la tecnología y las comunicaciones, constituyen un escenario propicio para impulsar transformaciones profundas que nos permitan alcanzar el tan anhelado desarrollo.

Sin embargo, nuestro talón de Aquiles es nuestra formación, nuestro recurso humano. El Índice de Desarrollo Humano, indicador de la calidad de vida de la población, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), sitúa a Mulchén en el lugar Nº 291 de un total de 323 comunas. Y esta no es la peor noticia, quienes están llamados a provocar el cambio (de mentalidad, de actitud, de competencias) son los docentes, gran parte de los cuales aún continua anclado en prácticas pedagógicas antipedagógicas propias de la sociedad industrial del siglo XIX.

Además, hay tarea para la casa. Quienes definen, que se cocina en el hogar son los hijos. Los padres han cedido, so pretexto de ser más democráticos y tolerantes, las decisiones que por naturaleza les competen (lo de la alimentación es sólo un aliño que condimenta la idea).

Disponemos la oportunidad precisa para corregir el rumbo, pero creo que algunos muchos prefieren aún la comodidad de la inercia y la inacción, dado que el otro camino, el más difícil, implica tomar decisiones y adentrarse en el incierto, y en ocasiones desgastante, espacio del cambio y la innovación.

Se imaginan ustedes que sucedería si todos quienes forman parte del al maquina nos levantáramos con el pie derecho, probablemente en ese momento este artículo no tendría razón de ser. Qué pasaría si los políticos desaparecieran de los programas de farándula y entretenimiento para dedicarse a lo que verdaderamente les corresponde, impulsar el cambio y la innovación. Lo más seguro es que ya no estarían en el último lugar de las instituciones menos creíbles y la política sería seria.

Pero como me temo, nada de lo descrito en el párrafo anterior acontezca y este artículo siga siendo lo que es, una crítica a la forma de ser y hacer las cosas en este país, me la sigo jugando por el cambio con innovación y tengo la certeza que no soy el único engranaje que opera en este sentido.